El comienzo de un nuevo
año siempre lleva consigo grandes ilusiones y esperanzas.
Es tiempo también de
grandes propósitos. Una de las tradiciones de fin de año lleva consigo el
confeccionar dos listas: una con todas las cosas que queremos desterrar de nuestras
vidas y se escribe al efecto de lanzarla a las llamas justo en el momento de
terminar el año; la otra, una lista interminable con los propósitos para llevar a cabo durante el año que comienza. Esta no
se debe quemar, al contrario, hay que tenerla bien a mano para ir recordándonos
día a día, mes a mes, todo aquello que queríamos hacer y aún no hemos hecho.
A mí, particularmente,
esta lista no me sirve. Por lo tanto, hace ya años que la he rechazado de plano
y propongo desde aquí que si ya la habéis hecho la guardéis en algún rincón de
un cajón para no volver a verla, al menos, hasta el próximo fin de año y con el
propósito también de quemarla.
La lista, si se hace, se
debe hacer con poquitas cosas, y además con cosas que nos resulten fáciles de
conseguir. Pequeños logros que nos aporten alegría en nuestro día a día. Y si
los logros de esta lista se realizan de forma rápida, mejor que mejor. Se
confecciona otra con nuevos propósitos, pero nada de cosas inalcanzables y nos
vayamos olvidando de ellas en el intento, y encima sintiéndonos frustrado, sino cosas que estén a nuestro alcance.
Está muy bien proponerse
perder unos quilos, sobre todo después de las copiosas comidas de estas
fiestas, pero lo más seguro es que si perdemos algo de peso sea solo unos gramitos,
y con tendencia a recuperarlos en seguida, a menos que seamos personas que
hayamos logrado ser ya tan equilibradas emocionalmente que ni la báscula pueda
con nosotros. Porque lo de apuntarse a un gimnasio o hacer natación al menos
tres veces a la semana, ¿lo mantendremos más de un mes? Yo soy incapaz, por lo
tanto, ni me lo planteo.
Dejar de fumar es otro
clásico. Yo pude dejarlo radicalmente, pero de eso hace ya muchos años. Se
necesita fuerza de voluntad, aunque ahora hay muchas técnicas de auto ayuda, hipnosis, parches de nicotina, etc. (la verdad es que no estoy muy al tanto).
La técnica que usé yo para dejar de fumar (y no entraba en mis propósitos de
principios de año) fue la de pensar que en realidad, por suerte, no pasaba todo
el día fumando, sino que entre cigarrillo y cigarrillo había un período de
tiempo mensurable. Entonces, cuando tenía ganas de fumar, siempre hacía la
acción de apagar el cigarrillo en un cenicero, y pensaba que ya me lo había
fumado. Y así uno detrás de otro hasta que por fin cada vez se hizo más
soportable el hecho de haber dejado el tabaco. Por lo demás, no tuve mucha
ayuda. Dejé de fumar justo en verano, en época de vacaciones, y rodeada de
fumadores empedernidos. Pero lo logré. Y si yo lo logré, seguro que lo puede
lograr cualquiera. De todas formas, para no ser drásticos se puede ir
reduciendo paulatinamente el tabaco, sin dejar de fumar de forma radical. Basta
con contar los cigarrillos que uno se fuma al día e intentar fumar uno menos
cada día. Eso ya es un logro. Y poco a poco se puede mejorar la marca, ¿no?
(Dejo estos apuntes por si a alguien le puede servir).
Bueno, esos pequeños
logros que podamos ir consiguiendo seguro que nos ayudarán en nuestro día a
día. Yo misma tengo un par de cosillas que quiero ir consiguiendo poco a poco,
sin agobios, sin prisa pero sin pausa. Pero no son cosas que vengan de una
lista confeccionada de propósitos de año nuevo, sino que me hago caso y voy
intentando conseguir pequeñas cosas que me ayuden a mejorar sobre todo en mi
vida emocional. Bueno, una de las cosas que me he propuesto realmente no es fácil de conseguir, pero llevo tiempo practicando, así que espero integrarla paulatinamente en mi vida. Y se refiere al hecho de, en lo posible, intentar no emitir juicios contra mi persona, y en la medida de lo posible, contra terceras personas. Entendiendo bien que las cosas pueden gustar o no, y que hay actos criminales que no pueden ser comprendidos de ninguna forma. Pero en general juzgamos demasiado a la ligera y emitimos juicios que lo único que demuestran es que sabemos ver muy bien la paja en el ojo ajeno y no hemos sabido quitar la viga del nuestro. Porque nunca nadie es tan perfecto, ¿verdad? ¿O sí?
Pero aparte de este reto personal, que lo considero bastante difícil por todo lo que llevo en mi mochila, no creo que debamos plantearnos carreras
hacia una meta lejana e imposible de llegar, como ya he dicho en algún otro
post, sino pequeñas cosas que pueden hacer que cada día avancemos un poquito
más en conocer mejor nuestras aptitudes y habilidades y nos ayuden a querernos
y valorarnos más, no ya frente a los demás, sino frente a nosotros mismos, que
somos quienes más importamos. Si nosotros estamos bien física y emocionalmente,
las personas de nuestro alrededor captarán esta vibración y seguro que actuarán
en correspondencia. Y ya no necesitaremos listas de principios de año. Todo
fluirá por sí mismo. Sólo basta con proponérnoslo.
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