La tristeza es una de las emociones básicas de las personas,
junto con el miedo, la ira, el asco, la alegría y la sorpresa. Es la expresión
del dolor afectivo mediante el llanto, el rostro abatido, la falta de apetito,
etc. A veces uno se siente triste cuando nuestras expectativas no se han visto
cumplidas o cuando las circunstancias de la vida son más dolorosas que alegres.
La función principal de la tristeza reside en ayudar a quien
la siente a superar una pérdida. Está, además, ligada al fracaso, la frustración
y la pérdida de algo o alguien.
Por descontado, cuando se sufre la pérdida de un ser querido
es inevitable sentir tristeza, y el grado de ésta puede variar según los casos.
El duelo es un proceso adaptativo normal ante una pérdida que tiene
consecuencias psicológicas, biológicas y sociales, suponiendo uno de los
acontecimientos más estresantes que debe afrontar el ser humano. De cualquier
manera, en este caso, la tristeza tiene que durar lo que dure el tiempo de
duelo de esa pérdida, y normalmente, aunque posiblemente el recuerdo y el
sentimiento de dolor perduren en el tiempo, una persona emocionalmente
equilibrada irá transmutando esa tristeza paulatinamente e incluso se valdrá de
ella para seguir adelante y continuar adelante con su vida.
Dejando de lado estos casos más extremos, la predisposición
a la tristeza puede producirse en personas que de pequeñas pueden haber sentido
falta de amor o cariño, por ejemplo, asumiendo que es muy difícil cambiar esta
situación, lo que conlleva, inevitablemente, a recibir más de lo mismo y a
sentirse no queridos, y consiguientemente frustrados y tristes. Cambiar esa
limitación es imprescindible, y una de las formas de empezar a liberarse de ese
sentimiento pudiera ser ofreciendo cariño y amor a los demás para poder
recibirlo uno mismo y liberarse de esta forma del sentimiento de tristeza.
Otra de las causas por las cuales se puede sentir tristeza puede
ser el pesimismo, pues hay personas que siempre ven la botella medio vacía, en
vez de medio llena, que siempre están quejándose de la mala suerte que tienen,
y por lo tanto, son incapaces de cambiar esta negatividad. La persona pesimista
debería tomar conciencia de que lo es e intentar ver algún aspecto positivo en
las cosas y así, poco a poco, intentar cambiar esa negatividad y convertirse en
una persona más optimista, y por ende, más alegre. Pero si, además, el
pesimista se considera víctima de las circunstancias, se refugiará en la
tristeza y buscará encontrar la compasión en las demás personas, con lo cual el
trabajo no sólo será intentar ver el lado positivo a las cosas, sino además
entender o tomar conciencia de que no todo es tan malo como se imagina.
El afán de perfeccionamiento también puede ser la causa de
tristeza en personas que se fijan, por ejemplo, metas inalcanzables, o
condicionan su felicidad a la consecución de todo tipo de lujos y comodidades. Ya
hablamos de esto en el post en el que se hablaba de la autoestima. De la misma
forma que para conseguir una alta autoestima no podíamos ponernos metas
inalcanzables, sino que teníamos que intentar conseguir pequeños logros para
demostrarnos que estábamos encaminados a conseguir lo que nos propusiéramos,
ahora, para contrarrestar el sentimiento de tristeza, deberemos tomar
conciencia de nuestras limitaciones y de que nuestros objetivos tienen que ser,
cuando menos, lo más realistas posible.
Ligado a este sentimiento de perfeccionamiento
encontramos también el miedo al fracaso.
Este miedo suele paralizar nuestras acciones, y nos bloquea, lo que nos
conlleva a un sentimiento de frustración, y por consecuencia, a la tristeza. Es
muy importante tomar conciencia de esta existencia de miedo al fracaso e
intentar poner remedio a esta situación.
Por lo tanto, para superar una actitud tendente a la
tristeza, se hace necesario hacer un esfuerzo por modificar los hábitos y las
percepciones. Ser consciente de esa tendencia y analizar todos y cada uno de
nuestros sentimientos. Cancelar los pensamientos negativos e intentar siempre
ver el lado positivo de las cosas. Ya hemos dicho en numerosas ocasiones que éstas
no ocurren por casualidad, sino que todo tiene una causa y esa circunstancia
nos lleva a un aprendizaje. Pero una vez entendido dicho aprendizaje se impone
cambiar la actitud y aprender a ser feliz con uno mismo y con los demás.
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