El cuerpo emocional y las emociones

El cuerpo emocional es la sede de las emociones. Las emociones materializan los pensamientos. Este cuerpo también contiene los deseos.

Una emoción es un estado afectivo que experimentamos, una reacción subjetiva al ambiente, que viene acompañada de cambios orgánicos, fisiológicos y endocrinos. Las emociones tienen una función adaptativa de nuestro organismo a lo que nos rodea.

En el ser humano la experiencia de una emoción generalmente involucra un conjunto de cogniciones, actitudes y creencias sobre el mundo, que utilizamos para valorar una situación concreta y, por tanto, influyen en el modo en el que se percibe dicha situación.

Durante mucho tiempo las emociones no han sido consideradas importantes y siempre se ha dado más relevancia a la parte racional del ser humano. Pero las emociones indican estados internos personales, motivaciones, deseos, necesidades y también objetivos.

Apenas nacemos, adquirimos emociones básicas tales como el miedo, el enfado o la alegría. Estas emociones se van haciendo más complejas a medida que introducimos el lenguaje, porque usamos símbolos, signos y significados. Cada persona experimenta una emoción de forma particular, dependiendo de su bagaje anterior, aprendizaje, carácter y de la situación concreta en que se encuentre. Algunas de las reacciones fisiológicas y de comportamiento que desencadenan las emociones son innatas, mientras que otras pueden adquirirse.

Podemos resumir las emociones en cuatro emociones primarias, con sus respectivas variedades de manifestaciones, y cuatro  secundarias, también con sus respectivas variedades de manifestaciones.

Emociones primarias:

Cólera: enojo, mal genio, atropello, fastidio, molestia, furia, resentimiento, hostilidad, animadversión, impaciencia, indignación, ira, irritabilidad, violencia y odio patológico.

Alegría: disfrute, felicidad, alivio, capricho, extravagancia, deleite, dicha, diversión, estremecimiento, éxtasis, gratificación, orgullo, placer sensual, satisfacción y manía patológica.

Miedo: ansiedad, desconfianza, fobia, nerviosismo, inquietud, terror, preocupación, aprehensión, remordimiento, sospecha, pavor y pánico patológico.

Tristeza: aflicción, autocompasión, melancolía, desaliento, desesperanza, pena, duelo, soledad, depresión y nostalgia.

Las secundarias son las siguientes:

Amor: aceptación, adoración, afinidad, amabilidad, amor desinteresado, caridad, confianza, devoción, dedicación, gentileza y amor obsesivo.

Sorpresa: asombro, estupefacción, maravilla y shock.

Vergüenza: arrepentimiento, humillación, mortificación, pena, remordimiento, culpa y vergüenza.

Aversión: repulsión, asco, desdén, desprecio, menosprecio y aberración.

Cada una de ellas tiene diferentes funciones. Así, por ejemplo, con el miedo se tiende hacia la protección; la aversión nos produce rechazo hacia aquello que tenemos delante; la ira nos induce a la destrucción; la alegría y el amor nos llevan a la reproducción (se desea reproducir aquello que nos hace sentir bien); la envidia, los celos, la competitividad nos ayudan a aumentar la autoestima.

Las emociones positivas son las que producen agrado y son motores de atracción; las negativas son las que producen desagrado, y son motores de rechazo.

Debido al hecho de que un sentimiento o emoción negativa queda grabada, y hasta que no la limpiamos o nos liberamos de ella continúa estando presente en nuestro interior y tan activa como si el hecho causante acabara de suceder en este mismo instante, hay que aprender a limpiar y sanar el cuerpo emocional de la misma manera que intentamos mantener limpio y sano nuestro cuerpo físico.

En un posterior artículo explicaré distintas formas de mantener sano nuestro cuerpo emocional.

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