Un médico de cabecera, y más...

Hace un rato he empezado este artículo con una parrafada muy larga sobre cómo encontré a Jordi en un Centro Médico de una localidad cercana a mi domicilio. No quiero seguir por ese camino, pues lo cierto es que mi historia aquí no tiene ninguna importancia. Sólo la suya. Sé que médicos como él, no solo entregados a su profesión sino dedicados a ONG’s hay muchos y todos me merecen el máximo respeto y admiración, pero la verdad es que Jordi Seuba, al que yo considero ya mi médico de cabecera, solo hay uno.  

Por eso he querido incluirlo en mi blog, aprovechando esta ocasión para mostrarle desde aquí toda mi admiración y cariño.

Más abajo transcribo una entrevista publicada en la contraportada de “El Periódico” de 1 de octubre de 2011, porque me parece que le define y se define muy bien.

Por otro lado, en Internet podemos encontrar un par o más de entrevistas radiofónicas.

Me he permitido copiar un par de fotos y también un extracto de la página web de la ONG que él dirige por si alguien se anima a colaborar, que siempre les vendrá bien, o simplemente a visitarla: www.okumeaz.org . Ah, también tienen un blog que se puede seguir en este enlace: http://okumeaz.blogspot.com.es/
Y en Facebook también tienen su rinconcito:  sólo hay que buscarlos como Okume Az.

En el apartado “Misión y actividad”, de su página web, se resume así la misión de la Fundación:

La Fundación Privada OKUME AZ admite y se adjudica el nivel de responsabilidad suficiente y necesario para la materialización de los objetivos definidos de forma expresa y escritos en el artículo 6 de los estatutos.
 
Inauguración Escuela Balmes-Bata curso 2010-1011

La Fundación tiene como finalidad y objeto el desarrollo de:

1.- La educación primaria y secundaria, obligatoria y no obligatoria.
2.- La formación continua.
3.- La formación ocupacional.
4.- Actuaciones sanitarias y de cuidado del medio ambiente (construcción y gestión de dispensarios con la colaboración de médicos y personal sanitario voluntario, construcción de pozos, enseñanza de oficios tales como agricultor, ganadero...)
5.- La explotación de centros educativos y ocupacionales.
6.- Todas las actividades necesarias encaminadas a facilitar la consecución del conjunto de la finalidades anteriormente enumeradas.”

Bueno, ahora ya dejo la transcripción de la entrevista, y espero que Jordi no se enfade por esto, que ya sabe que le aprecio mucho. Mucho ánimo y mucha suerte en tu vida. Te lo mereces.


Gente corriente
Médico en la cabecera. Traspasa las paredes de la consulta para acompañar a sus pacientes en la muerte.

Jordi Seuba:

«A veces ni me acuerdo de ponerme la bata»

Sábado, 1 de octubre del 2011
Por: Gemma Tramullas. Periodista

Bajo la camisa a cuadros desabotonada cuelgan collares africanos y de Nepal. Su atuendo se completa con tejanos, deportivas y mochila, todo ello culminado por una mata de pelo que campa a sus anchas. Cada día pasan por su consulta de Castelldefels y Martorell más de 70 personas, pero casi nadie le llama doctor Seuba. Él es, simplemente, Jordi.

 

-No tiene pinta de médico.
-No, ¿verdad? Siempre me lo dicen.
-¿En la consulta lleva bata?
-A veces sí, pero si llego y hay muchos pacientes esperando ni me acuerdo de ponérmela.
-La bata es lo que marca la distancia entre médico y paciente.
-En la facultad te enseñan a mantener cierta distancia, para que no te afecten los problemas de los demás.
-Usted debió suspender aquella asignatura.
-Y bien suspendida. Ser médico de familia es más que una profesión para mí, es una manera de vivir que tiene una implicación personal. Cuando estudiaba, un profesor me dijo que me lo pensara bien antes de poner una cruz en la casilla de médico porque si lo hacía estaba jodido. Yo sabía que si decidía ser médico no podría trabajar ocho horas, al menos como yo quería hacerlo.
-¿Y cómo quiere hacerlo?
-Tenía una paciente en Castelldefels a la que, en teoría, le quedaban tres meses de vida. Se trasladó a Barcelona y me pidió que la fuera a ver allí y así pasaron cinco años. Ella me enseñó que al médico de cabecera se le llamaba así porque iba a la cabecera de la cama a ver morir a su paciente. Acompañar a estas personas, hacer que no se sientan solas en un momento tan especial como es la transición hacia la muerte es muy importante. Por eso me gusta más decir que soy médico de cabecera que de familia.
-Es como un médico de pueblo.
-Sí. Bajo mi punto de vista, hoy todo está muy protocolizado y así se pierde la condición humanística de la medicina que implica conocer al paciente, su contexto y los problemas que afectan a su condición vital.
-¿Qué diagnóstico tiene la sociedad actual?
-La sociedad está enferma, pero no está muerta. Tenemos que dar más antidepresivos, ansiolíticos, más tratamiento psiquiátrico que hace 20 o 30 años. Hay un aumento de las enfermedades psicosomáticas.
-¿Cuánto han aumentado?
-Hemos pasado de un 12, 13 o 14% a prácticamente un 25 o 28%.
-¿Ve muchos trastornos relacionados directamente con la crisis?
-A diario. Tenía dos pacientes que se han suicidado por temas económicos. ¿Cómo tienes que estar para llegar al punto en que la única salida que ves, con 30 o 40 años, es colgarte? Somos una sociedad y estamos dejando que la gente solucione sus problemas, o no, como en la selva, por selección natural. Si recortan más los recursos nos abocarán a una condición humana terrible.
-¿Tiene cura esa condición?
-Pastillas para no soñar, como decía Sabina. No, no hay receta y no es solo un problema de recursos. En África no hay ni un antidepresivo, pasan hambre, están fatal y sonríen. Como sociedad hemos perdido la capacidad de comunicarnos, de expresar nuestro dolor y de buscar soluciones colectivas. Buscamos soluciones individuales y esto, probablemente, nos ha llevado hasta aquí.
-Además de Castelldefels y Martorell, usted es médico en África.
-A los 24 años cogí la mochila y saqué un billete a Senegal. Iba a capella, con mi fonendo y poco más. Quería tener mi experiencia superhippie, iba con aquella sensación de los 20 años de que lo puedes todo...
-Ay, ay...
-En aquel viaje se me murió el primer niño. Era un bebé de la tribu nómada de los peul y tenía una vulgar crisis asmática, pero yo no llevaba cortisona ni ventolín. Lo intenté todo. Diluviaba, las carreteras estaban colapsadas, los coches se hundían en el barro... El niño murió en mis brazos después de horas de ahogarse. Lloré como una magdalena.
-...
-Al final el padre se acercó y me regaló una gallina: «Ha hecho todo lo que ha podido y mi hijo, al menos, ha tenido una oportunidad. ¿Ha muerto? Allah Akbar». Tú sabes que has hecho lo que has podido, pero también que allí no tienen recursos. Aquel niño es culpable de muchas cosas posteriores de mi vida y de que practique una medicina en paralelo en otros lugares del mundo. Es mi granito de arena porque, en la vida, todo el mundo debería tener su oportunidad.

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